Desde muy pequeño fui abandonado con mi madre, ella se llamaba Mili, era una gran madre, lucho por mí hasta el último día de su muerte. Aún recuerdo ese día, mi madre muriendo y yo, desesperado, salí en busca de comida y medicinas, debido a la falta de experiencia, sufrí de maltrato en un restaurante, quemaron con agua caliente mi ojo izquierdo.

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Una noche lluviosa se escuchaba la furia del cielo con sus grandes estruendos y el frío recorría lo profundo de mis huesos, conocí a un gran amigo Gato, un animal felino, su pelo es negro. Dicen que los gatos y los perros no se la llevan muy bien, pero Gato es mi mejor amigo y gracias a él pude sobrevivir en la calle, comiendo de contenedores, esperando en las afueras de los restaurantes que me botaran un bocado de comida, para poder llenar mi estómago.

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Un día con mi amigo "Gato" así lo llamo de cariño, decidimos robar la comida a una familia de humanos que se encontraba realizando un pícnic, Gato poco a poco se acercó coqueteándole a los humanos mientras yo me acercaba por la parte de atrás cogía la bolsa y salíamos corriendo. Ese día fue uno de los peores y mejores días de mi vida, en el momento que salí corriendo con la bolsa en mi boca y me disponía a pasar la avenida, un auto me atropello, dejándome malherido, Gato rápidamente me ayuda y logramos cruzar la calle. Sangraba mucho, tenía una pierna rota, peladuras en todo mi cuerpo y me sentía con mucho dolor.

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Al día siguiente un joven me observa, él se acercó, sentí mucho miedo, pensé que me iba a pegar, pues todo el mundo lo hacía, pero era diferente, me brindo su ayuda y me llevo a una fundación llamada Huélligas Llaneras, en ese lugar me brindaron atención en salud, comida, un techo y lo más valioso el amor que nunca había sentido por parte de los humanos. Tiempo después fui adoptado por una gran familia que me brinda todo lo que necesito para ser feliz.